El silencio de Jesús durante sus últimas horas de
pasión, sólo interrumpido por sus “siete palabras”, es sobrecogedor. Palabras que
son el eco de los calvarios de nuestro mundo. Los de
Cristo son los lamentos de dolor de tantos que continúan crucificados hoy. Los evangelistas han recogido estas palabras suyas en la cruz. Son muy breves,
pero muy meditadas por las primeras comunidades cristianas, hasta hoy.
1.- “Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen” (Lc 23:34) Callaba camino del matadero, sumiso al
beso traicionado, pastor herido en la huida de sus propias ovejas. Imagino su tierna mirada a Judas, a Pedro, a
Pilato, a la Verónica, al Cireneo, a su propia Madre… Y mientras se oye el martilleo sobre la
cruz, su estremecimiento y su grito de dolor se tradujo en “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”.
En
los Gólgotas de nuestro mundo, resuena el perdón de las setenta veces siete…
Desde entonces la dulzura del perdón es presencia del cristiano en la
adversidad de la vida. La sociedad verdugo será crucificada en su propia
maldad. Pero en Él somos salvos. Su
crucifixión es el lenguaje del perdón…
2.- “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Reino de los cielos” (Lc
23:43) ¡Silencio
en el planeta del coronavirus!… La palabra del Cordero ya inmolado dirigida a
su vecino del madero, no se confunda con
el griterío sediento de sangre… No le pide explicaciones a su vandalismo de
ayer. Simplemente, convertido en su
instante de vida, nace en él un digno
candidato para ser inquilino de reino de los cielos. Es la auténtica liturgia
que salva. Un gesto
sublime del Nazareno que nos revela la misericordia insondable del buen Dios.
Desde entonces son muchos los que hacen posible que la
gente más marginada tenga un paraíso, refugiados, ancianos del desecho, niños
abandonados, enfermos entre respiradores, inmigrantes, alumnos del sida…
3.- “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. “Hijo, aquí
tienes a tu madre” (Jn
19:26-27). La esperanza luce blanca en medio de la
tiniebla humana. El corazón traspasado de María será cuna filial de una
humanidad que desespera. Ella, al pie de su Hijo maltratado, es espejo donde muchas
mujeres se mirarán para hacerse cargo del niño que no es suyo. La humanidad ha
dejado de ser huérfana a pesar de la ejecución del Novio. El niño abandonado
dormirá de nuevo en brazos de la madre. ¡Locura de amor! En medio de la
crueldad que vive en su carne lacerada, al Nazareno le queda aún arrojo en su
corazón para mirar al discípulo amado y hacerse solidario de su orfandad. Y
también para acariciar la soledad de la Madre a quien no tocó el pecado, pero
sí la injusticia de los sumos sacerdotes y gobernadores....
4.- “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has
abandonado?” (Mc 15:34
y Mt 27:46), ¡Sinceridad abrumadora! El Nazareno
siente que su Abba querido lo está abandonando. Las heridas abiertas son la
razón de su queja… Se identifica con
todas las víctimas de la historia, pidiendo a Dios alguna explicación a tanta
injusticia, abandono y sufrimiento. En sus labios de abatido entre clavos y
lanzada, reclama una respuesta del buen Dios, más allá de la muerte. Humanidad
con dolores de parto en sus gritos, siempre sin respuesta… ¡Quejidos de
inocentes mujeres maltratadas, de cándidos niños en manos de pedófilos, subsaharianos
tragados en los mares, de pacientes abandonados a su suerte por el pecado de
ser ancianos, de los moribundos abandonados en su soledad! ¡Ausencia de Dios Padre!
El Hijo del
carpintero no se rebela contra el Padre. Es un Job paciente. Tenazmente sigue
confiando en un Padre que
siempre esconde en su interior un misterio de amor. El salmo 22 iniciado por
Jesús termina con un abandono confiado en las manos providentes de Yahveh.
5.- “Tengo sed” (Jn. 19:28) Es la expresión del cansancio y el ahogo de Jesús en la
cruz. Palabra que recoge el discípulo
amado intérprete del corazón del Maestro. Sed por encima del vinagre de la
vida… Sed de justicia, de libertad, de fraternidad.
Sed de lienzos para hacer más batas y mascarillas, sed de más líneas aéreas
para mayor gloria de la solidaridad global, sed de mensajes cordiales que
animan a destruir desesperaciones…
En este grito de Jesús está el reconocimiento de
tantas personas involucradas desde hospitales y residencias de ancianos, desde
los balcones impartiendo alientos y esperanza, desde los confinamientos por
cumplir el protocolo humanitario… Sed de Amnistías, de Sin Fronteras, sed de
Iglesias de los pobres, sed de espacios donde las relaciones fraternas pongan
al descubierto la verdadera imagen de Dios.
6.- “Todo se ha cumplido” (Jn 19:30). ¿Nos anulamos al filo de nuestro cáliz? ¿No sentimos
derrotados ante los continuos tropiezos con las piedras que forman parte de
nuestro camino? ¿Nos cruzamos de brazos derramando lágrimas insolidarias,
insolventes? ¿Cuando pase este tsunamis planetario volveremos a las andadas,
lejos de las alegrías de vivir como hermanos? Nada se ha cumplido si las
palabras de Jesús no se reproducen en la firmeza y valentía que animan a
levantarse y adentrarnos en el camino de Emaús donde el Cristo triunfante
levantará el pan de la fraternidad. Ya despunta el Sol por los aledaños de
nuestras Galileas, lejos de desalientos,
de cobardías, de ritos litúrgicos infructuosos, perecederos…
7.- “Padre en tus manos encomiendo mi
espíritu” (Lc 23:46). Triunfo de la fe por encima de toda adversidad.
Triunfo de la fidelidad por encima de los imponderables decaimientos. Triunfo de la constancia en un
mundo renovado tras el Covid-19.
Una vez más, expresa la confianza de Jesús en su Abba. Son
palabras que se hacen realidad en los que viven con fidelidad y trabajan hasta
la muerte para poner paz, para compartir el amor, para abrir caminos de
esperanza…
Al fin, el Padre del Cielo romperá su silencio y nos
resucitará en la resurrección de su único Hijo, a quien hemos de escuchar, una
vez desechadas la vendas y los sudarios de una humanidad nueva fortalecida tras el cataclismo viral.
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