No sé si me ha pasado lo que a Groucho Marx cuando dijo “nací a muy
temprana edad”. Pero la verdad es que, ya en mi edad madura, confieso ser uno de esos
setenta y pico por ciento de españoles (incluidos catalanes) que se sienten
orgullosos de la madre-patria que los vio nacer. Y digo que la marejada secesionista y antisistema, fundamentalista por demás, no cabe en nuestra piel de
toro que por muy vieja que sea, aún sirve para “reservar” el buen vino de todos
los desafíos. Lo cual no quiere decir
que no comulgue con una amplia mayoría de
españoles que están por una reforma sabia y consensuada de la Constitución,
para conformarla a los nuevos tiempos. Desde estas líneas, quiero unirme a cuantos
han luchado –y siguen luchando- por nuestro feliz estado de derecho, donde la
pluralidad sacraliza
esencialmente las raíces de la unidad nacional.
Parafraseando al genial cómico estadounidense, me atrevo a certificar que
estos son mis principios. Y si no les gustan a los ciegos y sordos amantes del
independentismo y la ruptura, les diré
que no tengo otros, gracias a la educación en democracia recibida en esta
España, que es “el quinto país más
seguro del planeta”, como escribía Bieito Rubido en “su astrolabio” (ABC, 12/10/2015),
revelando su orgullo de pertenencia.
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