En un país que, como Cuba, la palabra revolución y su "culto" están muy presentes entre la ciudadanía. La invitación del Papa Francisco, desde el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago, a vivir, como María, la "revolución de la ternura" , ha tenido un enorme impacto en la Isla y fuera de ella. Dijo Francisco textualmente: Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitadosa "salir de casa",a tener los ojos y el corazón abiertos a los demás.
Por primera vez en
la historia, escribía mi admirado teólogo José M. Castillo, un papa pronunció un discurso en el
Capitolio de Washintong, dirigiéndose a los congresistas de la primera potencia
mundial. El Papa no se anduvo por las ramas. Y fue derecho a los asuntos que
más directamente afectan a la enorme mayoría de los habitantes del planeta.
Sabemos bien que algunos
de los temas, que allí planteó Francisco, no son precisamente los que mejor
suenan en los oídos de muchos legisladores que allí le escucharon. “Si es
verdad que la política debe servir a la persona humana, no puede ser esclava de
la economía y de las finanzas”, dijo el Obispo de Roma ante el Congreso en el
que la mayoría de sus miembros son millonarios al servicio de los intereses
turbios e inconfesables de los mercados.
Si a esto sumamos la
condena inapelable del tráfico de armamentos, de la guerras, el pronunciamiento
en contra de la pena de muerte y la solidaridad con los pobres del mundo, todo
esto debió sonar en el Congreso de Estados Unidos como, hace años, sonaron en
toda América los discursos proféticos de Martin Luther King…
Por suerte, el Papa
Francisco no se cansa de repetir que tenemos que recuperar el Evangelio, que
tenemos que leerlo, meditarlo, entenderlo, llevarlo en el bolsillo. Si no
hacemos esto, y si no se hace vida en nosotros, caemos sin más remedio en el
cristianismo de la mentira y el engaño…
El Papa, gracias al
Espíritu, no se queda en la especulación de los pensadores teológicos más
excelsos. Este Papa lleva consigo, incorporado en su vida, el “recuerdo
peligroso” de Jesús.
A estas alturas, podemos
asegurar que el Espíritu está soplando fuerte y la brisa nueva ya no hay quien
la pare. El Papa Francisco está felizmente empeñado en abrir todas las
ventanas. Ha sonado la hora de la esperanza.
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