Manuel Alcántara,
columnista de “Ideal”, llama al
nacionalismo “una manía de primates”, y para François Hollande “el nacionalismo es guerra”… Para mí, que no entiendo nada de nada de lo
que está pasando en Cataluña, el
nacionalismo independentista es, simplemente, sinónimo de sordera… y -¡cómo
no!- de ceguera. No lo digo sólo por la voz salida de las urnas el pasado
septiembre, unida a la manipulación sufrida en la campaña electoral. Ésa es
también la impresión que me dio la actitud de los “voluntariamente sordos” que
abandonaron sus sillones para no oír a su Jefe de Estado, profeta de la
unidad-España, no sin antes desplegar ante la Cámara, en lleno absoluto, la
bandera republicana.
Pero me tomo hoy la
licencia de transcribir unos sabrosos renglones de la columna de mi querido Alcántara:
“Hubo plantones y banderas cuando hablaba
el Rey, pero lo peor fue la actitud de los voluntariamente sordos que no
quisieron oírle y dejaron los escaños vacíos. Los mayores enemigos de Babel siguen siendo los sordomudos.
Sabemos que no siempre se entiende la gente hablando, pero es más difícil
entenderse sustituyendo las palabras por banderas… Los parlamentarios están tan
mal educados que no sólo se niegan a parlamentar, sino a oír. Sólo los bostezos
amenizan los discursos”. Así de claro.
Totalmente de acuerdo, no hay mas sordo que el que el que no quiere oir, ni mas ciego que el que no quiere ver
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