Ha
finalizado en Roma el Sínodo de los obispos sobre la familia. Un acontecimiento
eclesial de inmensa altura. Sin duda va a suponer un paso adelante en el
caminar, aunque siempre lento, de la Iglesia. Han
sido muchos los temas abordados colegialmente, pero el tema de los divorciados vueltos a
casar, por razones de fracaso matrimonial, y la situación humana de los gays han captado sumo interés, por lo que supone de
inclusión e integración, y no exclusión, siempre bajo discernimiento y acogida
en el amplio marco institucional, litúrgico y pastoral. Diríamos que con el Sínodo termina un escándalo
farisaico en la Iglesia y se han abierto horizontes de esperanza.
Es digno de subrayar también, y que a la
larga será decisivo para el futuro de la Iglesia, que el Papa haya decidido
gobernar de un modo sinodal, es decir, colegial, caminando con todos, haciendo
discernimiento colectivo de los principales asuntos, volviendo sobre los pasos
democráticos del Vaticano II.
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