Érase
un maestro que llegó a la clase con una vasija de barro grande y la llenó de
piedras delante de sus alumnos. Al terminar de llenarla, preguntó a los
estudiantes: ¿Creéis que esta vasija está llena? Sí, respondieron todos a una.
Entonces, el maestro sacó una bolsa con piedrecitas y las fue dejando caer
dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes.
Volvió a preguntar el maestro: ¿Y ahora, está la vasija llena? Ya hubo dudas…
El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en
la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las
piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez está
llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó
una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente
la vasija. Entonces se le ocurrió agregarle algo de anilina para pintar el
agua, y hasta agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en
el agua.
Al final de la historia, el maestro preguntó a los estudiantes,
¿cuáles son las piedras más grandes de vuestras vidas? Si no las colocamos al
comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir
prioridades, y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros
horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es
muy probable que dejemos lo más importante por
fuera de nuestra vida. Algo así sucede en la vida de hoy …
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