Mariluz Escribano Pueu, poeta y catedrática de UGR. |
Siento
mucho no haber podido acompañarte en tu sueño eterno y definitivo, querida
Mariluz. Tu adiós me llegó con retraso. Y te he llorado tarde. Espero leas
desde tu otra orilla estas letras de mi tristeza y de mi agradecimiento.
Tristeza
porque te has ido lejos, calladamente, sin dejarme la oportunidad de darte el
último abrazo. El penúltimo te lo di en la entrega de tu merecido premio de las Letras Andaluzas “Elio Antonio de
Nebrija”.
Y
agradecimiento, por todo cuanto tú has supuesto en tu mundo de la familia y la
amistad, en tu mundo de la docencia y la poesía… y en mi mundo.
A
ti te debo mucho de mis inquietudes poéticas.
Las veces que, cuando yo dirigía
el Centro de Recurso de la Facultad de Ciencias de la Educación, acudías a mí
para “ayudarte técnicamente” en tus clases prácticas de literatura. Y las veces
que me soportabas en la corrección de mis “pinitos” de poeta, desde tu cátedra
literaria.
Me
he sentido muy afortunado a tu lado, con el mismo gozo que tú escribías en “Jardines, pájaros”: Me siento afortunada mirando este jardín que
planté con mis manos más jóvenes… Sólo he sentido siempre la pena de no haber sido tu alumno, aunque siempre te he considerado “mi
Maestra”, cercano al sentimiento de nuestra común amiga, Remedios Sánchez, tu
mejor alumna de todos los tiempos.
Sigue, amiga, poeta fecunda, desde
tu altura infinita, donde estés, sigue arrullando palabras nuevas, sigue rezumando gracia joven, ya que tu pluma ha gozado siempre de buena salud.
Sigue tu viaje, sin dejar de inspirarnos buenas letras
que denuncien, desde tu propia
discreción y lucidez, el tizne que bulle en nuestra “cofradía”. Sigue acunándonos,
sin ataduras del tiempo, para que nunca nos falte tus arrullos bellos, como el
último que escribiste: Cuando me vaya /
dejaré un silencio en el recuerdo/ y un aroma de sándalo./ Dejaré abierta la
ventana… Sí, amiga mía, no cierres tu ventana, a pesar de haber cruzado los
cielos… Pues sigues viviendo en mi admiración y recuerdo.
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